Kauwboy (Idem, Boudewijn Koole, 2012, NLD)
A primera vista puede parecer una obra simple y sin pretensiones, pero detrás de esa sencillez y modestia -que además son auténticas- que denota, se deja entrever un mundo tremendamente complejo y trascendental como es la mente de un niño cuya figura materna es inexistente y la paterna casi bien podría serlo. Tiene muchos matices para analizar, tanto artísticos como técnicos.
Como nos tiene acostumbrados el buen cine europeo, una vez más se apuesta por un enfoque diferente, personal y cercano. Algo que la hace diferente de lo que nos llega del otro lado del océano. En este caso, el guion y la fotografía son -más que nunca- complementarios y no se podrían llegar a entender la una sin la otra. Los diálogos no abundan, pero cuando aparecen, están colocados a la perfección. Cada palabra, cada gesto están situados y mirados hasta el más mínimo detalle. Y es aquí cuando entra en acción la magnífica fotografía que ejerce de complemento ideal. No solo nos ofrece bellas imágenes y encuadres de ensueño, sino que también -y aquí viene lo realmente loable- logra captar y mostrar en cada momento lo que nosotros necesitamos o debemos ver. Esta cuasiperfecta simbiosis entre imagen y texto actúa como inmejorable vector transmisor de las principales ideas que el director intenta inducirnos.
No es necesario decir que, sin duda, se trata de una apuesta arriesgada. Sin embargo, y contra todo pronóstico, el director holandés, Boudewijn Koole, solventa esta situación de manera airosa. Y ese es su gran hito. Una vez superado este obstáculo, ya tiene lo más importante: el estilo. Ese toque tan personal que la hace especial y cálido, transformando en trascendente lo cotidiano.
Si a todo lo anterior le añadimos las dos majestuosas interpretaciones que nos exponen Rick Lens -en el papel del pequeño Jojo-, quien prácticamente sin esfuerzo acarrea sobre sus espaldas todo el peso del guion, y Loek Peters -padre ausente y hundido que suficiente tiene con pelear contra sus propios demonios-, la verosimilitud de las historia hace que por poco no puedas mascar y respirar el ambiente deprimido y desesperanzado que se nos muestra.
Analizando el trasfondo desde un punto de vista más psicológico, queda bien patente la relevancia del vínculo en el transcurso de los primeros años de la infancia. Esa figura de referencia sobre la cual se construyen los valores y principios que va adquiriendo el niño; ese ejemplo a seguir; ese reflejo sobre el cual construirse a uno mismo... Esos lazos que el joven Jojo tanto añora, son tan necesarios que llegarían a forjarse sobre cualquier cosa. En su caso, un pájaro se convierte en su compañero y confidente sobre el cual podrá descargar todos sus pensamientos y su infranqueable necesidad de transmitir afecto y sentimientos. Se busca llenar el vacío que, por desgracia -y por motivos bien diferentes- sus padres no son capaces de llenar.
Llena de simbolismos, este drama social, representa un firme retrato de la infancia, en el que se conjuga y equilibra a la perfección lo dulce y lo amargo. Todo tiene cabida en una mente tan abierta a la imaginación como la del pequeño Jojo y su grajilla.
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