LOS AMORES IMAGINARIOS: La idealización del amor y sus consecuencias

Los amores imaginarios (Les amours imaginaires, Xavier Dolan, 2010, CAN)

Una vez vista -y disfrutada enormemente- Yo maté a mi madre (J'ai tué ma mère, Xavier Dolan, 2008, CAN), era el turno de la segunda obra del joven realizador canadiense, Xavier Dolan, quien vuelve a sentarse a escribir un guion y a situarse detrás y delante de la cámara. Pocos directores pueden presumir a la edad de 21 de haber sacado adelante dos obras de este calibre con la madurez que trasciende de ellas. Si en su opera prima acaparaban los focos un tema tan duro y crudo como una relación madre-hijo distócica y totalmente tóxica, en esta ocasión el tema central es algo más luminoso -o menos, según cómo se mire-: el amor; o más bien la idealización del concepto del amor. 
El trío interpretativo es sublime, encarnado por el propio Xavier Dolan, Monia Chokri y el por ambos codiciado Niels Schneider -quien ya compartió pantalla con el primero un año atrás. Ellos tres cargan sobre sus espaldas la práctica totalidad del diálogo y la imagen, y esta no les pesa en absoluto. La naturalidad con la que se manejan ante la cámara y con la que no se esconden ante ningún tipo de situación es sinceramente de admirar.
Aunque pasen los años, el cine de Dolan no pierde sus premisas: te invita a entrar en un mundo envolvente lleno de imágenes poderosas invadidas de color, miradas que dicen más que cualquier palabra, diálogos que sumergen al espectador a una profundidad loable y que se echa de menos en las producciones actuales. Su narración en forma de monólogos alternados con diálogos y numerosos momentos de silencio en los que no hacen falta palabras, hallan el equilibrio perfecto para comunicar esas sensaciones que rondan por las cabezas de nuestros personajes.
 Lo cierto es que la experiencia ha sido mágica, llena de secuencias hipnóticas en la que sus personajes "bailan" al son de una banda sonora que actúa de perfecto péndulo, con canciones tan diversas como Bang Bang de Dalida, Pass this on de la banda sueca The Knives -que suena a todo volumen durante mi escena favorita- o la Cello suite nº1 de J.S. Bach.
Esta película en sí misma es una oda a todos aquellos amores platónicos, imposibles e idealizado que en alguna ocasión nos pueden haber obsesionado, que nos hayan robado el sueño o nos hayan echo derramar alguna lágrima en el momento de procede al olvido y recordar lo que pudo ser pero no fue. Todo eso es lo que Xavier Dolan ha logrado captar en poco más de 100 minutos. Tanto en tan poco.

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