Vals con Bashir (Waltz with Bashir, Ari Folman, 2008, ISR)
Ari Folman se dio a conocer en todo el mundo mediante esta película en formato de animación para adultos que logró multitud de nominaciones (Oscars, Cannes...) y premios (Globo de Oro, César, Annie...). Un relato que intenta reconstruir uno de los episodios más oscuros -y también olvidados o ignorados por la comunidad internacional- de la convulsa historia moderna que une a los países de Israel y Líbano: la masacre de Sabra y Chatila, una matanza de palestinos residentes en los campos de refugiados situados en dichas localidades, en Beirut Oeste, durante la Guerra del Líbano, cometida por la Falange Libanesa, de origen cristiano y en su mayoría pertenecientes a la Iglesia maronita, en respuesta a la masacre de Damour, en la cual atacantes palestinos habían asesinado a 582 personas y profanado el cementerio cristiano.
Situémonos en el contexto. Estamos en el año 1982, en medio de la Guerra del Líbano, a la que los israelitas se referían mediante el eufemismo "Operación Paz para Galilea". El líder maronita y mandatario electo libanés, Bashir Gemayel, había sido asesinado por facciones pro-sirias y pro-palestinas. Para preservar su estrategia en el Líbano, en peligro por el ataque, dos divisiones al mando del Ministro de Defensa Ariel Sharón, ocuparon el oeste de Beirut, incumpliendo así su acuerdo con los Estados Unidos de no ocupar Beirut occidental. Las Fuerzas de Defensa Israelíes habían rodeado por completo el campamento de refugiados de Sabra y Chatila y controlaban todas las entradas y salidas del campo. Ariel Sharón y el jefe de Estado Mayor, Rafael Eitan, se reunieron con las unidades de la milicia cristiano-falangista libanesa, para incitarlos a entrar en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila. Los soldados israelíes tenían que controlar el perímetro de los campamentos de refugiados y prestar apoyo logístico, mientras que los milicianos falangistas debían entrar a los campamentos, encontrar combatientes y entregarlos a las fuerzas israelíes. 150 falangistas, armados con pistolas, cuchillos y hachas entraron en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, situados en las afueras de Beirut, cometiendo una masacre asesinando palestinos, la inmensa mayoría ancianos, mujeres y niños, todos ellos civiles indefensos. Aparte de las ejecuciones, también cometieron violaciones, torturas y mutilaciones. En los consecutivos días, se sucedieron manifestaciones en todo el mundo en protesta a estos actos. La consecuencia fue la creación de una comisión de investigación por orden del entonces primer ministro israelí, Menájem Beguín, -Comisión Kahan- que, tras revisar los hechos, forzó la dimisión del Ministro de Defensa Ariel Sharon. Años después, acabó siendo Primer Ministro a pesar de la crítica internacional. Por su parte, y a diferencia de Sharon, el falangista libanés Elie Hobeika, considerado el responsable material de la matanza, nunca fue acusado en un tribunal, ni en su país ni en Europa, ni se le siguió asociando a Sabra y Chatila, lo cual le permitió ocupar el puesto de ministro en el gobierno libanés en la década de 1990.
La simple lectura de estos hechos debe llevarnos a hacer autocrítica. Y es que, seamos francos, el ser humano tiene una doble moral histórica que ha afectado tanto a los libros de historia como a nuestra concepción del arte. La ecuación espacio-tiempo siempre juega a favor de los vencedores, cuyos crímenes prescriben o se ocultan bajo la alfombra de casa. Nadie contó la historia de los que van perdiendo cuando lo estaban haciendo. Pocos contaron, a posteriori, la masacre desde el punto de vista del que masacra, sino desde el masacrado. Ni siquiera en el presente, durante los acontecimientos sucedidos en la Franja de Gaza, Israel tuvo una condena enérgica por parte de la comunidad internacional ni se activaron las sanciones acordes a los hechos.
La mente humana es un ente a día de hoy que esconde muchos misterios. Existen aún muchas incógnitas acerca de su funcionamiento. Y esto nos hace preguntarnos, ¿hasta qué punto nuestros recuerdos se nos rebelan? ¿Recordamos lo que queremos, lo que podemos o un compendio de sendas cosas? Nuestro protagonista, a partir de un único y borroso recuerdo de aquel conflicto bélico, decidirá indagar y reencontrarse con compañeros que sabe que estuvieron allí con él, para ayudarle a revivir aquellos días que su mente había decidido olvidar. Un doloroso regreso a un pasado poco agradable que pocos querrían recordar.
Esta obra esconde momentos de una belleza espeluznante. Los trazos tan realistas de los dibujos se sitúa en la delgada línea que separa lo real y lo irreal, de lo onírico. Hay momentos de tensión y oscura energía -partiendo de su trepidante y agitado inicio- pasando también por minutos de calma, que arrojan una tenue luz sobre una trama general llena de sombras. Las imágenes bailan al son de la banda sonora de Max Richter puramente evocadora que te llevará en volandas hasta esa tierra que a día de hoy sigue sin encontrar la paz y tranquilidad que sus habitantes desearían.
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