CUSTODIA COMPARTIDA: La película de "terror" del año

Custodia compartida (Jusqu'à la garde, Xavier Legrand, 2017, FRA)

No es casualidad que esta contundente y madura obra del debutante Xavier Legrand haya sido declarada la gran revelación nacional del año en Francia. Tampoco lo son los diversos reconocimientos que ha ido coleccionando en los festivales a los que se presentó -mejor director y ópera prima en el Festival de Venecia, premio del público al mejor film europeo en el Festival de San Sebastián-, y menos aún el haber sido catalogada por la National Board of Review (NBR) como una de las seis mejores películas extranjeras del año.
Sin grandes pretensiones ni florituras, Custodia compartida cala hasta el hueso mediante una sencilla y eficaz narración cronológica de unos hechos que habremos leído numerosas veces en prensa o visto en el telediario, pero que hasta ahora pocas veces se había plasmado de una forma tan palpable y directa en la gran pantalla. Sin duda, el divorcio y el desamparo del niño tras este han sido temas ya tratados en el cine, como por ejemplo en la pionera y controvertida Kramer contra Kramer (Kramer vs. Kramer, Robert Benton, 1979, USA) o la más actual ¿Qué hacemos con Maisie? (What Maisie knew, Scott McGehee, David Siegel, 2012, USA).
La epidemia de divorcios que vive nuestra sociedad no parece haber llegado aún a su punto álgido, ya que las estadísticas aumentan la cifra año a año. La separación de una pareja siempre es un hito doloroso y de difícil decisión, que se salda con muchas víctimas en la familia, sin poder hallar ningún ganador. Pero eso no exime de que la justicia -y en general la sociedad- deba proteger al único que no puede defenderse por sí mismo y cuya opinión no tiene ningún valor jurídico a la hora de firmar los papeles: el niño. Nunca se le pregunta sobre si quiere que sus padres se separen. El adulto siempre se ampara en su derecho a ser feliz en la vida, sin siquiera preguntarse si el niño también tiene derecho a serlo, ni asumir la responsabilidad de haber traído un hijo a este mundo.
Las consecuencias de la incapacidad para el diálogo y la inmadurez de los adultos acaba sufriéndolas un menor de edad por el que teóricamente un sistema judicial debería velar, por  Aunque en ocasiones resulte imposible tomar la decisión más justa o equitativa. El niño siempre debe ser la prioridad y debe ser protegido. La violencia no tiene por qué ser explícita -aunque en ocasiones se muestre así-, sino que basta a veces con simples gestos u omisiones.Y, lo que es peor, que estará pasando en algún sitio cerca de nosotros y no seremos conscientes de ello.
Lo que empieza siendo un drama familiar por el hecho de ver que el niño es el que acaba pagando los platos rotos por sus padres, acaba convirtiéndose en una auténtica pesadilla construida sobre el un terror psicológico que muchas de las películas mal catalogadas como "terror" -pues en verdad no son más que meros sustos colocados sobre una trama sin ningún tipo de tensión ni elaboración- habrán envidiado enormemente. El gran éxito radica en la sencillez y madurez con la que afronta un tema tan delicado y susceptible de caer en sentimentalismos como es la violencia de género y el maltrato infantil. Legrand sale airoso, rozando el sobresaliente. Su ópera prima intenta reabrir el debate sobre cuál es la mejor solución para los divorcios con hijos por medio. Dudo que la haya. Solo parches y más parches...

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